Turismo santo.
Lo bueno/malo que tiene esto de ser ateo es que no me hace falta salir en procesión ninguna. Cosa de la ausencia de ritos. Me sigo sorprendiendo a veces de su parafernalia. Este domingo, de ramos, vi cómo señoras bien vestidas, monjes vestidos de monjes, y señores con corbata daban vueltas por una diminuta plaza con una rama de olivo en la mano unos, un incensario otros, mientras musitaban/canturreaban alguna oración. No vi diferencia alguna entre esa manifestación, y la de los chamanes agitando calaveras llenas de semillas. Vestirse de blanco, mojar la cabeza del bebé, pisar cristales bajo un trapo, sacrificar una cabra... todo es lo mismo.
Como se menciona en este artículo de El País a día de hoy la semana santa no tiene más interés que el turístico. Igual que el aborigen se quita su camiseta y su vaquero para ponerse el taparrabos y la máscara de madera cada vez que viene el autobús de los turistas, aquí se almidonan calzas y se airean los pasos, abigarrados de flores, a hombros de los costaleros. El fastidio es cuando, por ejemplo ayer noche, bloquearon el acceso a mi casa con dos hileras de sillas. Cuando hay una obra en la calle, se cuida de habilitar el paso a los portales y negocios. Se ve que cuando el chamán dice de invocar a la lluvia, a los vecinos, nos importe un pimiento o no su ritual, que nos den candela.
Ay.